Tag: Libertad Emocional

Objeto ausente

¿Por qué nos lacera tanto la no respuesta?, inclusive más que el rechazo mismo. ¿Acaso será el no tener una justificación alguna?, esa pregunta neurótica que pretende darle un sentido a todo, un orden estructurado y de pronto… ese vacío, esa no respuesta dejando un orificio en nuestro lienzo de ideas sin color, sin tono, sin forma. Un vacío hueco que posteriormente recurrimos a justificar, el por qué de ese vacío, darle un sentido con nuestros repertorios a algo que proviene de otro mundo, de otro.

No podemos deducir concretamente las raíces de esa “no respuesta”, pero podemos entenderla como una ausencia, una abstención a decir aquello que el silencio nos deja a nuestra libre interpretación.

Nos ausentamos cuando no queremos estar presentes, cuando no queremos ser, cuando no queremos, en general.

Podemos decir que la “no respuesta”, es otro de los puñales modernos al narcicismo visto desde una óptica freudiana.

Soñé Que Me Querías

Hoy me lo crucé, en las calles de mi mente, mientras caminaba por ellas, el único lugar donde se puede caminar libre de ésta peste que ha hecho recluirnos a todos, que nos ha hecho encerrarnos y mirar por la ventana el mundo exterior, por primera vez hermoso, vacío, limpio, pero tóxico para nosotros.

Hoy me lo crucé, no sé si me visualizó. Difícilmente los otros de nuestra memoria logran visualizarlos cuando les pensamos, pero yo le vi. Y me gustó, me gustó como me gustó cuando nos conocimos, callado, de sonrisa tímida, pero intenso al amar, carnalmente hablando.

Me gustó como me gustaba el dormir abrazado a él,  me gusto como me gustaban sus besos en la frente todas las mañanas que despertábamos juntos y el dulce café con aceite de coco y canela que preparaba para ambos al desayunar.

Me gustó verle, me gustó encontrarlo merodeando por allí, ausente del caos. Me gustó, hasta que dolió, hasta que dolió jamás saber si me quiso, jamás recordar oírlo de sus labios y de pronto, su absoluta ausencia justo cuando decidí cerrar los ojos y saltar al vacío.

Me dolió caer con todo el peso y la fuerza del mundo retumbando en mis oídos, sin voz, sin respuesta, a la sombra de todo, como las veces que dormimos y soñamos que caemos.

Fuiste un lindo sueño, a pesar de todo. Ojalá hubieses aprendido a decir “te quiero”, tal vez, sólo tal vez… no querías despertarme y devolverme a la realidad. 

El Miedo a Mirar Atrás

Hoy quiero disculparme con las que no están y también con quienes siguen allí. Hoy quiero disculparme conmigo y con todes, por no ser fuerte, por no ser valiente, por no accionar cómo debí cuando las situaciones de maltrato ocurrieron, me disculpo por emitir un juicio absurdo, catalogando de estúpidas y estúpidos a quienes no accionaron y no accionan contra sus agresores, me disculpo por olvidar cómo el miedo te hiela la sangre y omitir por completo esa sensación de abandono, que te hace aferrarte al acero lacerante, porque es tangible y no gélida como la nada misma. Porque le conocés y no conocés otra realidad fuera de ese contexto.

Es normal, temer a lo desconocido. En mi caso, no fue opcional, con el tiempo cada significante en mi vida fue perdiendo su valor, padres, familiares, al punto de desaparecer por completo. Fue complicado reestructurar nuevos conceptos, nuevas ideas, nuevas personas. Pero no tan complicado como los mecanismos de defensa que construimos y accionamos para sobrevivir en un entorno hostil, con plenamente solos. Respecto a los vínculos afectivos suelen tardar tiempo, pero pueden ser enmendados.

Pero… ¿Qué ocurre con lo irreconciliable?.
Nos marca, nos condiciona y suele ser eso que no recordamos de manera consciente pero se hace presente en situaciones similares a su contexto original, el maltrato es sin duda una de ellas. Si, las personas heridas hieren a otras personas, tienen una forma particular de aprender a través del castigo, es parte de ese mecanismo de defensa emocional, son mecanismos que construimos con el miedo y pueden convertirse en una trampa, en un laberinto cuya estructura toma una nueva forma con cada nueva experiencia afín al trauma inicial.

En mi caso fue la impotencia, el estado de sumisión ante un hecho del que no desee ser partícipe y la ambivalencia de afectos con respecto al agresor (en diversas situaciones y no al abuso sexual puntualmente).

¿ Por qué ambivalencia?
Porque algunas veces quienes maltratan, violan, matan suelen ser personas que “amamos”, o familiares cercanos. Reprimimos nuestro enojo contra ellos y lo guardamos hasta que éste se pudre e infecta otros aspectos de nuestra vida. Olvidamos el miedo que sentimos en aquel momento, lo desplazamos de nuestra consciencia y éste sale a la luz en situaciones similares a la inicial. Odiamos esa sensación de impotencia, la detestamos, detestamos un personaje estúpido de una película, o la no acción de personas en situaciones de abuso. Pero lo que realmente odiamos, es ese recuerdo en el que fuimos abusados o maltratados, en el que no pudimos hacer nada al respecto, por miedo a todo, a estar solos, a no ser escuchados, a no ser creíble o al castigo (dolor) en caso de exponer al agresor si éste representa afectos en nuestra vida.

El miedo te hace sumiso, vulnerable y facilita el sometimiento, el miedo al dolor te paraliza y evita accionar, te roba la voz. Por eso es tan necesario deconstruir nuestros miedos, entenderlos y actualizar esas estructuras.

Ésto por supuesto es parte de mi experiencia personal, no debemos generalizar que todos reaccionamos de la misma forma. Pero todas las experiencias traumáticas tienden a “disfrazarse” para no ser olvidadas del todo. Pero podemos sentirlas e identificarlas, con predisposición, confianza y ayuda calificada

Mis disculpas, hasta ahora no había podido entender mi miedo y su relación con la ira.
🌘🌗🌖

Es hora de transmutarlo 💜🌻

Expectador

Vuelvo al punto de partida, al lugar en el que crecí, a las calles pavimentadas con la escoria del destilado petroquímico, ese que se adhiere al caucho bajo las altas temperaturas. Vuelvo, voy y vuelvo, miro a mí alrededor y siento que no he vuelto, las caras ya no brillan, son opacas las miradas y las sonrisas apenas logran agrietar los duros rostros. Ese faro que durante algún tiempo iluminó sonrisas, ahora puede apenas atenuar el pensamiento ebrio en melancolía que han dejado los años. Duele ver cómo se funden las memorias con los patrones ya menguantes, como difuminando las memorias al umbral más allá del recuerdo, un recuerdo que distorsiona ver la vida, casi borrando la luz, la luz que nos permite aclarar la mente y comprender que no todo fue oscuridad, a pesar de ello, yo no vuelvo.

Shadow

Love is an open door

Dejaré la puerta abierta, por si decides pasar.

Dejaré la puerta abierta, sólo en caso de que haga frío.

Dentro, he dejado chocolates, porque me gustan y siempre tengo.

También hay té, por si gustas de tomar algo.

Está el sofá, que puedes usar a gusto, y un montón de libros e historias que puede te parezcan aburridas.

Puedes encender la luz si quieres, para mí… con la luna basta. Algunas noches la miro fijamente cuando está de buen humor, hace tililar las estrellas a su alrededor, es una buena amiga a la cual me gustaría presentarte, puede que le caigas bien. A menudo se queja de aquellos que la ofrecen sin juicio alguno, solo para impresionar, cegados a la realidad de no poderla tener.

Yo en cambio, te ofrezco lo que ya mencioné, todo a lo que estoy dispuesto y me encantaría compartir contigo.

Esta puerta, está confiadamente abierta para  tí… porque no estás en la obligación de permanecer aquí. Pero, si de algo estoy seguro, es que nada me gustaría más que decidieses quedarte.